dimecres, 26 de maig del 2010


Yomeh Mato Estamos más que acostumbrados a ver por la televisión, especialmente a través de los informativos, escenas de guerra, tanques y soldados armados, disparos y explosiones; y por muy acostumbrados que estamos a ver la crueldad de una guerra, no somos conscientes del daño y sufrimiento que realmente inflinge.
Tal vez por la censura, o tal vez quizás por la continua emisión de imágenes y noticias, estamos cada vez más insensibilizados ante tal problema. Tanto es así, que hasta nuestro gobierno propone una Ley que supone la reabertura de heridas, suponiendo éste que éstas se cerraron. Pero lo cierto es que las heridas de una guerra difíciles son de sanar.
La guerra nunca se declara por los motivos que se exponen en la declaración. Y empezando por ahí, es la excusa perfecta para cometer toda clase de atrocidad impudente. Es el escondite perfecto para las bestias, que ven como pueden desarrollar su instinto más agresivo y violento gratuitamente.
También está el otro lado. La gente inocente, los civiles, o los soldados que están alistado por pura necesidad, sin creer ni en las patrias ni en las banderas. A ellos también les marca la guerra, y les influye mucho más que a los individuos descritos arriba, ya que la inocencia es como la virginidad; una vez que se pierde no se puede recuperar.
Los daños de una guerra son irreparables. No hay tratado ni capitulación capaz de satisfacer a ninguno de los individuos que la hayan sufrido de lleno. No hay justicia para las víctimas supervivientes de una guerra. Y mucho menos para los que perecieron.


texto extraído de http://gonsaulo.blogspot.com/2008/04/la-crueldad-de-la-guerra.html

dilluns, 19 d’abril del 2010